Atenas, Grecia.- Frente a la residencia de Alexis Tsipras, en el corazón político de Atenas, monta guardia un verdadero campamento de medios de comunicación. Curiosamente, la residencia del primer ministro es mucho más modesta que el vecino y magnífico edificio de la presidencia de la República, donde reside Prokopis Pavlopoulos, completamente desconocido fuera de Grecia.
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Buena parte de las cosas que ahora mismo están sucediendo en Grecia dependen del Gobierno, personalizado en un Tsipras que finalmente no ha tenido más remedio que apechar con las cargas heredadas y con sus obligaciones comunitarias como miembro de pleno derecho de la UE.
A título personal, el ingeniero Tsipras es un hombre respetado en su país, y probablemente por eso esté consiguiendo, desde la izquierda, que las clases medias y bajas acepten una política de constantes recortes que a la derecha le hubiera sido difícil aprobar, y casi imposible aplicar.
Los salarios griegos siguen bajando, es verdad, pero tampoco deja de serlo que cuando estalló la crisis mundial estaban por las nubes.
En 2008, Grecia se había erigido en el paradigma del disparate continental, con un gasto suntuario más propio de una teocracia oriental, con grandes sueldos y privilegios en las cúpulas de lo público y de lo privado, y con bases salariales, en la Administración y en los principales sectores productivos superiores a los sueldos que los españoles cobraban en el último año de Rodríguez Zapatero. Si a eso añaden la galopante deuda nacional, la ausencia de control fiscal y una corrupción que ríanse de la nuestra, ya tenemos la tormenta perfecta.
La vida cotidiana, sin embargo, transcurre en Atenas con cierta normalidad. No se ven tantas manifestaciones, tensión, pobreza o desesperación como sugiere el efecto acumulado de las televisiones, y el griego de a pie vive o sobrevive sin perder el humor ni ese ancestro milenario que le ha sostenido contra persas o turcos, en dos guerras mundiales, entre oligarquías, monarquías, dictadores y émulos de Pericles.
Un país entrañable con un enorme potencial turístico y patrimonial que se busca y repregunta por su nuevo ser entre las raíces milenarias de su maravillosa historia y la hojarasca de sus dos últimos siglos de vida. Una pasión, un enigma.