San Francisco Lachigoló, Oax.- Bajo el sombrero de palma se dibuja un paisaje agrietado enarcado con cejas desvanecidas en el rostro eclipsado por el sol. Con la mano derecha, Máximo retira el sombrero y con el antebrazo izquierdo limpia las gotas de sudor producidas por el trabajo en el huerto.
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Máximo tiene 71 años de edad, es campesino en San Francisco Lachigoló, localidad de los Valles Centrales ubicada dentro de los 200 municipios de Oaxaca que a la fecha enfrentan sequía, según el monitoreo del Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
Años atrás, en estas fechas, los campos se vestían del verde maduro de la alfalfa y las mazorcas, a la espera de noviembre para su cosecha. En su lugar, las siembras están pintadas de un amarillo verdoso, cuyo crecimiento es apenas suficiente para alimentar a los cerdos.
Tiempos aciagos
Una ligera llovizna cae, pero la furia se mantiene contenida en los grisáceos nubarrones instalados sobre la población. En abril, la descarga de agua fue tal, que inundó algunas viviendas. Después, ésta se ausentó. Regresó tardía y levemente cuando ya las cosechas se habían perdido.
El mentón de Máximo señala hacia el corredor al fondo de la vivienda. El lugar asemeja un taller con cubetas, una camioneta, herramienta de campo y un montoncito de alfalfa seca. En otros años, el corredor era el granero de la casa. “Todo eso estaba bien llenito de mazorca, calabaza, sembrábamos de todo, maíz. Ahorita son dos años que ha venido el tiempo malo”. Ésta es la segunda ocasión que el campesino decide no aventurarse a sembrar.
Un rebaño bala exigentemente. El olor a tierra mojada llama los recuerdos de Máximo y la imagen de lo que fue una ciénega, regresa fresca a su memoria. En ella, un adolescente de 12 años jugaba entre peces, ajolotes, tortugas. “Cerca había un tule. No sufríamos de agua. Había árboles grandes, sauces parejito, ahorita no hay ningún sauce. Ya no hay agua”. El tono melancólico de Máximo es acompasado por el goteo de las nubes al huerto de flores instalado en su casa.
Signos de crisis
La muerte de los gigantes de agua fue el primer signo de la crisis que se avecinaba en la siembra y cosecha de alimentos. Paulatinamente, las producciones fueron a la baja. En este año, sólo unas cuantas parcelas sobrevivieron a la sequía. Los almacenes de la población están vacíos. Se han visto obligados a comprar maíz, alimento básico de la comunidad.
Debido a la falta de lluvia, los pozos de agua quedaron descargados a 15 metros de profundidad. El agua es suficiente sólo para media o una hora, como máximo, al día.
Leonardo López López, presidente del Comisariado Ejidal de San Francisco Lachigoló, explica que las pérdidas son totales porque la milpa no creció. “No va a haber ni elotes para comer”.
La mayoría de la gente está esperando a que “amacize un poco” para que sirva de alimento a los animales de granja. “Cosecha para el año que viene, no va a haber”.
Tenues esperanzas
Debido a que las tierras son de tercera clase, es decir, que predomina el cascajo y la piedra, se requiere de lluvias abundantes para sacar adelante las cosechas. “Si no llueve, pues simplemente no tenemos alimento”. Aunque la tierra siempre ha sido delgada, la dificultad se acentúa cada año.
En días pasados, la Sagarpa acudió a Lachigoló para poder establecer técnicas que les permitiera sembrar con poca agua y preparar los terrenos. Los campesinos albergan esperanzas.
Déficit de 180 mil toneladas de maíz
Raúl Alberto Narváez Labastida, presidente del Sistema Producto maíz-frijol, indica que fueron levantados los reportes de las pérdidas, de acuerdo con la Ley de Desarrollo Rural. El padrón fue presentado a la Sedafpa y la aseguradora está en el proceso del avalúo.
Para que el pago sea efectivo, el valuador tiene que encontrar siniestrada más del 50 por ciento del área contratada para que proceda el pago del seguro catastrófico; en caso contrario, las pérdidas no son reparadas.
“Esta es una situación que se va a repetir. El año pasado fue la misma… más crítica que este año; hubo menos agua. La producción del campo pasa por una etapa difícil”.
Para el presidente del Sistema Producto, es necesario tomar medidas fundamentadas en el riesgo de los fenómenos naturales desde un esquema de aseguramiento; pero ya no catastrófico, porque el beneficio de éste es mínimo, pues con lo que los campesinos cobran, no logran saldar la necesidad de alimento.
“No logran comer ni recuperar su inversión”.
Actualmente, ya existen los esquemas para un seguro adicional con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, así como Sagarpa para que la cobertura de la póliza sea de un 90 por ciento.
Resultados desiguales
Hoy en día, el producto invierte cinco mil en una hectárea, pero el seguro sólo cubre mil 200 pesos por hectárea. “Eso no es congruente”.
Aunque indicó que la pérdida de cosechas no genera crisis alimentaria en el campo, sí conlleva a otros fenómenos sociales como la migración e incremento de la pobreza.
Las cifras oficiales indican que en el 2015, Oaxaca registró una producción de 646 toneladas de maíz y cuenta con alrededor de 568 mil hectáreas sembradas, que en total generaron alrededor de 2 millones 404 mil 683 pesos.