Washington, E.U.- Al margen de sus invasiones y saqueos, de las dos grandes guerras europeas del siglo XX que le dejaron enormes ganancias en todos los terrenos, Estados Unidos debe su riqueza y poder a la tenacidad de sus trabajadores y empresarios, a la enjundia de su clase media en ciencia, tecnología y otras disciplinas. Herederos directos de la vieja Europa y de la revolución industrial de Inglaterra, los estadunidenses se erigieron en la más grande potencia mundial de la historia.Después de la llamada “guerra fría” con la ya extinta Unión Soviética, los efectos de esta confrontación se dejaron sentir de manera principal en los países excomunistas, sobre todo en Rusia. Sin embargo, esas consecuencias también afectaron de muchas maneras a los países europeos y a Estados Unidos a la larga, en función de su triunfalismo desbocado que derivó en el financierismo y el libre mercado a nivel internacional.
Doctrinas que bien aprovechó China para llevar su producción y economía a indicadores que ningún otro país del ostentoso “primer mundo” puede presumir, a la vez que Rusia salió de su marasmo y resurgió como potencia nuclear y espacial indiscutible. Sobre estos dos fenómenos se pueden alegar muchas cosas, pero lo cierto es que esos dos países encabezan un creciente y poderoso bloque asiático que compite de veras con Estados Unidos y Europa en terrenos de igualdad y no para de crecer.
China abarcó las finanzas y el comercio mundiales y con Rusia llegó a Latinoamérica. Sobre este hecho, la precandidata presidencial estadunidense, Hillary Clinton, dijo que su país había perdido terreno político en la zona, lo cual no deja de ser irrisorio porque Estados Unidos jamás ha empleado la ciencia política en su trato con los países iberoamericanos, sino la “política” de la zanahoria y el garrote.
Si algunos países de la América indohispana se sacudieron regímenes oprobiosos y eligieron gobiernos que atendieran sus más ingentes urgencias agudizadas hasta el hartazgo con el financierismo, el libre mercado y la creciente voracidad corrupta que los acompaña, fue precisamente porque esos regímenes causaron grandes desastres y cavaron sus propios derrumbes. Tal sucedió en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Argentina y Brasil, donde China y Rusia ya tienen intereses, al igual que en Nicaragua.
Ante la incursión asiática en el hemisferio y el reto que significa para Estados Unidos que esos gobiernos no se ajusten a las imposiciones de Washington, las elites estadunidenses ya trabajan para reordenar sus intereses en la zona, no mediante intervenciones militares abiertas, como fue su recurso en otras épocas, pero sí mediante el ahorcamiento comercial y económico para favorecerse de las elecciones y allanar el retorno de los herederos de las viejas oligarquías de esos países.
Ya ocurrió en Argentina, está en marcha un golpe demoledor por todos los frentes contra el chavismo en Venezuela (documentos,Gilberto López y Rivas, La jornada) y ya están por defenestrar a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, con el ataque legislativo-judicial
Estados Unidos va por todos los países latinoamericanos y, por lo que se mira y se sabe, va con las mismas proclividades que han empantanado en el atraso y el empobrecimiento a todos estos pueblos desde el coloniaje. Las elites estadunidenses, según se ve, no ofrecen a la América Latina una salida al desarrollo para la formación de un verdadero bloque económico, industrial, tecnológico y humano encabezado por el propio Estados Unidos, lo cual sería el verdadero muro y no el que reclama el precandidato republicano Donald Trump.
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