Por MACARIO SCHETTINO
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR
La semana pasada compartí con usted algunas reflexiones acerca del proceso de deterioro de Estados Unidos. Obligadamente, la referencia inmediata es Donald Trump, pero centrarse en él es erróneo e impide entender la magnitud de este proceso. En los últimos 20 años los demócratas han sido incapaces de construir una alternativa digna, con la única excepción de Barack Obama. En el 2000, Al Gore perdió la elección con George W. Bush, aunque ganó el voto popular, como acaba de ocurrirle a Hillary. En 2004, el candidato fue John Kerry, que prefería pasear en yate que hacer campaña. La más reciente, Hillary, fue todavía peor candidata que Gore, y eso es decir.
En esos 20 años, los Republicanos ganaron tres elecciones, dos de W y una de Trump, frente a dos de Obama. Los cinco gobiernos, desde la perspectiva global, han sido de dar lástima. Habrá quien le encuentre virtudes a Obama, y tal vez hasta a W, pero no en materia internacional. Después de las Torres Gemelas, el gobierno de Bush, realmente encabezado por el vicepresidente Dick Cheney, buscó venganza, no sólo por ese ataque, sino por la guerra interrumpida diez años antes. El desorden que provocaron en Medio Oriente es sólo comparable al prohijado por Obama diez años después alrededor de la “primavera árabe”. Con Bush, el dique iraquí fue destruido, sin tener nada para sustituirlo. Con Obama, se hundieron Libia, Egipto y Siria. Hay muchos detalles en estos procesos, pero la potencia hegemónica, Estados Unidos, no supo o no quiso mantener un estado estable ni sustituirlo por algo razonable.
Barack Obama fue muy popular fuera de Estados Unidos, pero no es fácil celebrar su presidencia. Desde la perspectiva internacional, no hay mucho que festejar y sí grandes críticas. Nunca entendió bien ni los fenómenos de Medio Oriente que comentábamos ni el proceso de crecimiento de China. Tampoco supo aprovechar su popularidad en Latinoamérica en ningún sentido, y su arreglo con Cuba al final de su mandato fue francamente deplorable (por cierto, ¿dónde anda Raúl?).
La crítica a los Demócratas es indispensable, porque no es concebible el triunfo de Donald Trump sin la ayuda de una mala candidata y un presidente que no dejó el puesto en las mejores condiciones. La evidencia creciente de la intervención rusa en la elección apunta a un ataque masivo, al menos a 21 estados de ese país, y aunque cada estado tiene el control de su elección, sí parece haber sido muy suave la reacción de la administración Obama. De hecho, en uno de sus famosos tuits, Trump se lo echa en cara. En lo que va del siglo, pues, la potencia global no ha tenido un liderazgo internacional competente. El resultado es el crecimiento de China como potencia local agresiva, la locura rusa, el derrumbe desde el Magreb hasta el Hindu Kush, y el auge y caída del populismo latinoamericano. Ahora, Estados Unidos no puede garantizar la seguridad de los países del Báltico, no tiene liderazgo en su continente, está al borde de una guerra mayor en Medio Oriente y está a punto de perder el control del Índico y los mares de China.
No hay país en el mundo capaz de sustituir a Estados Unidos en este momento, de forma que todo indica que nos movemos a un mundo caótico, de potencias locales crecientes, y la global en decadencia. Detener o revertir el proceso exige un estadista con visión estratégica global. Hace mucho que Estados Unidos no lo tiene.
Hace casi diez años, George Friedman escribió un libro llamado Los próximos cien años, en donde vaticinaba una guerra entre México y Estados Unidos hacia 2080 por el control de Norteamérica. Parecía absurdo entonces. Ahora, ya no tanto.
Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey.