Por ENRIQUE QUINTANA
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La segunda vuelta para el próximo proceso electoral ya no es viable. La rechazó el PRI y también Morena. Sin ellos, está cancelada.Así que todo indica que el resultado electoral de 2018 obligará a la construcción de una gobernabilidad que tendrá que darse después del proceso electoral, pues salvo que haya alguna sorpresa, el ganador de la elección presidencial tendrá apenas poco más de la tercera parte de los sufragios y no contará con mayorías absolutas en ninguna de las dos cámaras del Congreso.
Hoy EL FINANCIERO publica escenarios hipotéticos de lo que hubiera resultado de una segunda vuelta, si las elecciones fueran en este momento.
El resultado es que, en los diferentes escenarios en los que participa López Obrador, gana la elección. Y en los dos que participa un candidato priista (el que va arriba en las preferencias internas), pierde.
Estos resultados muestran que, en este momento, hay más orientación a alinearse en contra del sistema que en contra de AMLO.
Hay quienes piensan –entre ellos el mismo líder de Morena– que la segunda vuelta sería la estrategia para derrotarlo, pues es el político que más opiniones favorables tiene (33 por ciento), pero también el que más opiniones desfavorables acumula (34 por ciento).
Por lo pronto, se equivoca. La segunda vuelta lo favorecería. Pero como tiene la sospecha de que hay un gran complot detrás de ella, no hizo nada para evitar que la iniciativa muriera.
El hecho es que, por lo pronto, la segunda vuelta ya no está entre los escenarios posibles.
Entonces, ¿cómo asegurar la gobernabilidad con una votación que será tan limitada?
Un tema crucial es que, quien eventualmente gane, tenga una orientación a construir consensos, es decir, a negociar.
Si, quien llegue a la presidencia de la República no tiene vocación de negociar, pero enfrenta a un Poder Legislativo contrario, entonces estaríamos en el peor de los mundos.
O con una parálisis de gobierno de por lo menos tres años, y en el peor de los casos de los seis años del Senado; o en la condición de una tentación populista por parte del presidente de anular al Congreso.
Ante la realidad de que la segunda vuelta no ocurrirá y por lo mismo no habrá un escenario de gobernabilidad que el propio mecanismo construiría, la clave será la vocación personal de quien llegue a la presidencia.
Y ese hecho será un criterio que deberá considerar el elector.
¿Quién o quiénes entre todos los aspirantes de los diferentes partidos podrían convocar a una suma de fuerzas políticas que le dieran viabilidad al país en los siguientes seis años?
Me parece que esa es una de las preguntas más relevantes que deben hacerse en la perspectiva de 2018.
Lo relevante, por lo tanto, no es sólo quién gane la elección sino quién puede tener la capacidad de convocar a las diversas fuerzas políticas a establecer los acuerdos que le den viabilidad al país.
Si el ganador de la elección presidencial no tiene esa capacidad
–lamentablemente creo que AMLO no tiene ninguna vocación negociadora– pudiéramos tener un Ejecutivo paralizado que sólo podrá realizar acciones de gobierno si anula al Congreso.
¿En verdad queremos regresar a la cultura política de hace 40 años o más? Cuestión de elegir.