Por: Víctor Hugo Hernández Ríos
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Desde muy joven he pensado que la defensa de pensamientos e ideas debería ser la cultura intrafamiliar que prevalezca en la sociedad, hemos caído en las trampas mercadológicas y propagandistas. No se ha hecho nada para contrarrestarlo y a manera de reflexión, pienso que no existe mejor arma que la expresión de esos mismos pensamientos e ideas.
El sistema nos ha derrotado, parece que así es cuando todos los días despertamos y nos damos cuenta que la cotidianidad de la actividad humana nos ha consumido, cuando el ser humano adquiere el rol de una simple máquina productora, que a pesar de los años de estudio, solo se forjó para servir como mano de obra, como un sujeto que tiene una activación por una búsqueda de estratificación económica y que la realidad cada día es menos real.
La ideología se vuelve subliminal, la “ideología” empieza a cegar y a transformar las realidades, no profundizamos en el contenido y actuamos como si el sistema neuronal estuviera programado para seguir órdenes, aquellas que mediante la propaganda y la publicidad atrapan a millones de personas.
Los contenidos visuales lastiman la intelectualidad del ser porque la estética hoy es mayor que la razón, la argumentación en la formación académica esta sobre pasada y la vida intelectual hoy es abucheada creyendo que quién posee más poder económico posee más valor humano, una completa ignominia para los científicos.
Cometemos el error de considerar que la ideología es algo común y cotidiano, por ello hay quienes hoy, en pleno siglo XXI no defienden sus posturas, personas que considero son solo piezas movibles de los aparatos ideológicos del Estado. La lectura de Slavoj Žižek, “El Sublime Objeto de la Ideología” lo confirma cuando menciona; ¿Como no recordar aquí la famosa afirmación lacaniana de que un loco que cree que es rey no está más loco que un rey que cree que lo es, quién, es decir, se identifica de inmediato con el mando de “rey”?
Estamos lejos de encontrar nuevamente la causa humana, perdimos aquellos valores que en siglos anteriores la activación subjetiva defendía, revolucionaba y enfrentaba, esas generaciones que nos antecedieron y que estaban dispuestos a dar la vida por combatir los horrores sociales, sociedades que se encausaban con el dolor y el sufrimiento del otro, acción colectiva que buscaba y anhelaba cambiar la realidad.
Por el contrario hoy pareciese que “soñamos más”, por qué solo el sueño nos permite ser reales y qué como Lacan nos dice; “solo en el sueño nos acercamos al verdadero despertar, es decir a lo real de nuestro deseo”, pues la realidad material siempre nos limita de ese deseo.
No existe mayor incongruencia humana que la competencia social, pues al final del día somos una sola masa que funciona como piezas de engranaje de la cuál siempre se necesita la pieza de a lado, la competencia no genera paz, se nos ha hecho creer que nos educan para la búsqueda de esa paz cuando por el contrario lo único que provocamos es la guerra.
Si en algún momento quisiéramos reivindicar la esencia humana, es necesario iniciar con la defensa de aquellos pensamientos e ideas.