Los recientes disturbios suscitados en la ciudad de Culiacán que derivaron en la liberación de Ovidio Guzmán López han dividido a la opinión publica, algunos acusan errores e imprudencia otros prudencia y sabiduría, al final esta decisión (la liberación) tomada por altos mandos gubernamentales dejara ver sus consecuencias en el corto y mediano plazo.
La responsabilidad asumida por el presidente López Obrador ante la liberación del hijo del Chapo Guzmán le ha devenido en una serie de criticas y reconocimientos por parte de intelectuales, analistas, periodistas, políticos y miembros de la sociedad en general que con ferviente entusiasmo se han dividido ante la polémica decisión, el saldo final no solo es el acumulado de los daños materiales, los muertos y fugados aquel jueves negro que se vivió en Sinaloa, el saldo final también registra desesperación, incertidumbre, miedo, hartazgo e impotencia de una sociedad cansada que seguirá viendo con asombro el impacto que este suceso tendrá en los futuros eventos donde el crimen organizado quiera dejar su huella.
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A los gobiernos denominados “neoliberales” se les reclamo siempre su incapacidad de proteger la vida de los ciudadanos y de ser permisivos ante el aumento de la violencia en diversas zonas del país, estos brotes de violencia han escalado de forma alarmante desde el sexenio de Carlos Salinas quien aun tiene a espaldas perniciosas sospechas sobre el magnicidio de Colosio y el asesinato de su cuñado José Francisco Ruiz Massieu, Zedillo y Fox permitieron el surgimiento de nuevos grupos delincuenciales que además de dedicarse al narcotráfico incursionaron en nuevas modalidades en la comisión de delitos, secuestros, asesinatos, ajustes de cuentas entre estos grupos se volvieron cotidianos en nuestro pis dejando una estela de violencia que alcanzo su punto mas alto durante el sexenio de Felipe Calderón, la denominada “guerra contra el narcotráfico” marco un antes y un después en las llamadas estrategias de seguridad nacional, esta respuesta frontal y abierta del gobierno mexicano, registro un alto costo de vidas humanas y de daños colaterales a cambio de lograr la captura y abatimiento de objetivos prioritarios o de alta peligrosidad a manos del Estado Mexicano, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto la estrategia no vario en lo sustancial, pero a pesar de toda la inversión en infraestructura el despliegue de inteligencia y el aumento de tropas en los diferentes cuerpos de seguridad a todos los niveles, la violencia no fue vencida, entonces, en 2018 los vientos de cambio llegaron.
La decisión de liberación a Ovidio Guzmán pareciera un tropezón de consecuencias incalculables, el gobierno se ha ubicado en una pendiente resbalosa que implica negociar tácitamente con el crimen organizado con todas las desventajas que esto implica y pareciera ser que en las sombras del poder quienes toman las decisiones al mas alto nivel, se han sentado a observar pasivamente como la criminalidad gana terreno a diario de forma avasalladora sin que se le pueda hacer frente y mucho menos pensar en lograr la tan anhelada reconciliación social.
Revertir los indicadores de violencia no será consecuencia de la improvisación ni del azar o del destino, hoy en nuestro país vemos de nueva cuenta la apología del delito volver enfundada en un traje nuevo, mostrando a lideres delictivos reconocidos por la sociedad, mostrándose vencedores ante la ley y las instituciones, profanando la paz social y sentado un grave precedente para el gobierno y la sociedad, la nueva moneda de cambio es la tranquilidad y la paz social, la vida de ciudadanos inocentes puestos en riesgo cercados por células delictivas que tengan la capacidad y los recursos suficientes para sitiar una ciudad puede doblegar al Estado Mexicano, ha quedado claro que ante una amenaza de esta magnitud existe la posibilidad de que se concedan peticiones criminales al margen de la ley.
Queda claro que los grupos delincuenciales no dudaran en dañar a ciudadanos inocentes o en perturbar la paz social de manera violenta y descarada, los daños colaterales se asumen en términos económicos y si en sus objetivo se encuentra el liberar a reos de alto nivel, romper cinturones de seguridad o intimidar en jurisdicciones municipales como ya sucede en la actualidad para ampliar sus territorios y zonas de influencia, bastara sitiar una ciudad y mostrar un arsenal que amague con dañar a la sociedad para poder satisfacer estas demandas.
Batallas perdidas
Un centenar de presidentes municipales que llegaron a protestar a Palacio Nacional fueron recibidos con una cantidad muy pequeña [sic] de gas lacrimógeno, de acuerdo al vocero presidencial Jesús Ramírez, les gana el ansia opositora respondió el presidente López Obrador en su conferencia matutina, pero esto no es mas que otra muestra de que la fractura en el tejido social es mas peligrosa de lo que parece, la anuencia gubernamental para actuar en unos casos SI y en otros NO, mantienen a las corporaciones policiacas, la guardia nacional, el ejercito y la marina controladas con un interruptor que lo mismo las enciende o las apaga en sus funciones como respuesta a la amenaza de distintos grupos sociales, no así ante la criminalidad sigue ganando poder en perjuicio de la ciudadanía porque el ciudadano, el mas indefenso de todos sigue expectante pero expuesto y olvidado, al parecer el tiempo de la sumisión ha llegado.