Por ENRIQUE QUINTANA
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Hay quien ha señalado que para la banca europea el Brexit es un “momento Lehman”, aludiendo a la quiebra de aquel gran banco de inversión el 15 de septiembre de 2008.
Tras ese hecho se detonó la peor crisis financiera del mundo contemporáneo.
No estoy seguro que el Brexit vaya a tener para los europeos el significado que para Estados Unidos tuvo la quiebra de Lehman Brothers, pero de lo que sí estoy seguro es que al final de cuentas los dos hechos forman parte de un mismo proceso.
La gran quiebra financiera de 2008-09, como todas las grandes crisis financieras, provino de una burbuja que valoró en exceso múltiples activos, principalmente hipotecarios, así como los instrumentos derivados que se constituyeron con ellos.
Y también fue una crisis de confianza. Ya nadie creía en nadie, en un sistema financiero cuya base es la confianza recíproca.
¿Sabe usted a qué tasa creció el PIB del Reino Unido entre 2007 y 2015? A 0.9 por ciento anual en promedio.
¿Y a cuánto estaba creciendo desde 2000 al 2007? A un ritmo de 2.7 por ciento.
Es decir, tras la gran crisis financiera, la economía del Reino Unido apenas logró un crecimiento equivalente a la tercera parte del ritmo al que venía creciendo antes.
Y si tomamos la Zona Euro (de la que no forma parte el Reino Unido), ¿cuáles son las cifras? Desde el arranque del siglo hasta 2007 elcrecimiento medio fue de 2.2 por ciento y desde 2008 hasta el año pasado, el ritmo promedio fue de cero.
La Zona Euro tuvo un peor desempeño económico que el Reino Unido.
Pero, en ambos casos, hay poblaciones con una profunda insatisfacción porque la crisis de 2008 no se ha resuelto.
La expresión de esa insatisfacción es diversa y en el caso de Gran Bretaña fue catalizada por el movimiento separatista que hizo triunfar al Brexit hace poco más de dos semanas.
Y lo peor del caso es que aun sin el potencial para generar una crisis de las proporciones de la que desató la quiebra de Lehman, sí traerá repercusiones negativas en la economía y en el sistema financiero, como tuvo que reconocer esta semana el gobernador del Banco de Inglaterra.
Y la pérdida de dinamismo de las exportaciones de manufacturas de México también tiene que ver con la lentitud del sector industrial de Estados Unidos.
Desde luego que los problemas de la economía mexicana tienen muchos ingredientes locales. Pero creo que los más importantes siguen relacionados con la crisis financiera desatada hace ya ocho años.
El Brexit no será la última expresión de enojo e insatisfacción.
Tendremos otras más. En algunos casos –como en España– ha significado la imposibilidad de formar gobierno desde las elecciones del 20 de diciembre del año pasado; y en Estados Unidos está la amenaza de que triunfe un xenófobo.
Polvos de aquellos lodos. Los sistemas políticos y financieros no han tenido la capacidad humana e institucional para remontar la crisis, tanto por malas decisiones como por mal diseño institucional.
¿Cuántas expresiones de enojo e insatisfacción veremos todavía en los siguientes años y cuáles serán sus consecuencias? Es algo sobre lo que deberemos reflexionar.