Oaxaca, Oax.- Una silla, una decena de mecates y cables se aferran a un viejo laurel. El cablerío cae en cascada y se divide hacia las casetas metálicas y los manteados que resguardan puestos informales empotrados en lo que alguna vez fueron jardineras.
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No es el único foco de riesgo. Cada uno de los árboles, postes de luz o estructura urbana carga sobre sí decenas de cables colocados sin autorización. En el lugar impera la anarquía, se multiplica, destruye y crea una bomba de tiempo al interior del mercado de abasto.
Árboles, jardineras, banquetas y calles dejaron de ser un espacio público para convertirse en propiedad de los dirigentes de comerciantes que, bajo el amparo de la corrupción u omisión de las administraciones, colocaron precio a cada espacio.
El área del corralón es sólo un punto en donde la anarquía es evidente. Mirar desde el puente California es observar lo devorado por el crecimiento del mercado.
Cientos de lonas se levantan y caen con la pasividad de las olas en mar dócil porque el viento no juega en contra. Los mecates atados del puente se tensan cada vez que bajo las lonas se forman bolsas de aire. En el barandal y la reja que protege el paso peatonal, se observa la fuerza con la que en ocasiones tiran las cuerdas atadas.
“¡Mire, aquí. Vea este hoyo!”, expresa el peatón, vecino de San Martín Mexicápam, quien utiliza el paso en sus actividades diarias. Su dedo apunta hacia la reja retorcida que abre un paso hacia el abismo. “Aquí se puede matar algún niño. Aquí pasan muchos. El riesgo es mayor en la noche porque no se ve”, indica.
Calles invadidas por el comercio
El puente no es todo lo invadido. La carretera que cruza bajo aquél paso está hacinada con tráileres y camionetas de carga. La fila de unidades se extiende desde el Parque del Amor hasta el puente Valerio Trujano. La obstrucción al paso es un permanente cuello de botella.
El estacionamiento no es gratuito. Todos y cada uno de los espacios tiene su costo y no todo lo recaudado va a dar a manos de la administración municipal.
“Nosotros pagamos 500 pesos por semana; al mes estamos dando 2 mil pesos al dirigente. ¿A dónde se va el dinero? Yo no sé, pero este espacio es para mi utilización”, confió uno de los comerciantes de la zona de corralón, la cual devoró las calles de Cosijopí, avenida Mercaderes y las riberas del río Atoyac.
La avenida fue construida en 1999 para darle una circulación fluida a la central, pero hoy se encuentra invadida.
Comerciantes que pidieron el anonimato denunciaron que al menos la mitad de los que están en dicha zona, no se encuentran en el padrón del ayuntamiento capitalino, por lo que el dinero que se recauda no se reporta a la administración, va directo a la bolsa del dirigente.
Corrupción, origen del desorden
El secretario general de la Unión de Productores de Flores, Frutas y Legumbres, Pedro Guzmán García, dirigente del área en cuestión, atribuye la anarquía en el corralón a la corrupción que existe entre las administraciones que han conducido la vida del mercado.
“Aquí no es tanto los compañeros dirigentes, lo que ha estado mal son las autoridades que han habido en la central de abasto; todos los que han pasado dejaron crecer al mercado. La anarquía que usted ve aquí es también por la corrupción. Si nosotros pedimos permiso para colocar un poste para colgar nuestras lonas, el administrador no nos deja, quiere su lana y ahí están los problemas, es la corrupción y aquí ha habido mucha”, expresa.
El dirigente, quien controla la zona de corralón y nejaperos desde hace 31 años, reconoce estar en un punto de riesgo ocasionado por la falta de orden y medidas de mitigación de riesgo; sin embargo, señala, no están dispuestos a ordenarse mientras exista desorden en otras áreas.
“En la central de abasto no ha habido orden. Quién del mercado de abasto ha llevado a cabo su regularización. Nadie respeta. Si ellos no respetan, nosotros tampoco, ahí los seguimos. Se formó el camellón, se formaron los demás. Mejor así, no decimos nada y no hay enemistades. Los deja hacer la autoridad municipal, nosotros también hacemos”, indica.
En un inicio, el corralón fue lugar exclusivo para los introductores oaxaqueños de distintos puntos de la entidad. El negocio resultó ser muy jugoso por el cobro de lugares. En la actualidad predominan los introductores poblanos, quienes pagan una cantidad mínima por uso de suelo.
El riesgo de la anarquía
Miguel Ángel Vázquez López, directivo del grupo de bodegas, explica que el mercado se ha visto lastimado por la falta de cultura de los propios comerciantes, principalmente de los que no tienen un local.
“Hay un riesgo enorme. Ojalá nunca pase, pero estamos hablando de que hay cables de luz trifásicos y otros de un alto voltaje, que si llegaran a caer ocasionarían una desgracia”, señala.
Vázquez López, quien conoce el mercado de abasto desde hace 30 años, indica que el mayor crecimiento del mercado con sus consecuentes problemáticas se dio del 2000 a la fecha. “Ya no hay más lugares, ya no pueden estar unos encima de otros, pero si los hubiera los toman, llámese jardinera, espacios, privadas, portones, se ha lastimado mucho la propia vialidad por parte de los transeúntes invadiendo banquetas”.