San Pedro Comitancillo, Oax.- Santiago Martínez, afectado por el sismo, guarda una última esperanza: salvar su casa. El profesor jubilado espera la llegada de uno de sus familiares de la Ciudad de México para que le diga si deberá demolerla.
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Habitante de San Pedro Comitancillo, cuyo significado en zapoteco es “lugar de flores”, se mantiene a la expectativa del avance de una de las maquinas que lleva a cabo la destrucción de las casas y retiro de escombros.
“En mi caso no puedo decir que no tengo casa pues está aún en pie, pero estoy esperando mi turno para derribarla”.
La casa de Don Santiago tuvo afectaciones menores con el primer terremoto del 7 de septiembre, pensó que la habían librado pero la mañana del 23 de septiembre se sintió otro temblor en el Istmo de Tehuantepec, y aunque fue de menor magnitud, la vivienda cedió ante la fuerza de la naturaleza.
Cuartos y paredes quedaron severamente dañados, su familia y nietos ahora viven bajo una lona de 5×5 metros, que fue lo único que les quedó.
Asegura que la vida le ha puesto la prueba más grande de su vida y a sus 75 años busca la forma de empezar a levantarse llegue o no la ayuda del gobierno.
“No vamos aguantar cuatro, cinco meses o un año en estas condiciones, si no nos llegan los apoyos tenemos que buscar porque se trata de nuestra familia. El gobierno, los funcionarios no tienen a su familia durmiendo en la calle”.
La situación se agrava porque no cesan los temblores, aunque cada día son cada vez menos y de menor intensidad, el miedo los tiene paralizados.
El rostro del hombre, cuyas arrugas han dejado huella, mantiene una mirada triste cuando voltea a ver su edificio, “38 años trabajé para tener esta casa, de la noche a la mañana se acabó, ahí está parada, pero de qué me sirve ni no la puedo habitar”
En la comunidad y en general en la región del Istmo, este fin de semana se registraron fuertes vientos, y el profesor Santiago tuvo que reforzar la lona, para evitar que una de las ráfagas de aire se la arrancara.
Encomendarse a Dios la esperanza
En medio de su tragedia, encomendarse a Dios parece la única esperanza de decenas de familias afectadas, en esta localidad.
Ariel Jiménez y su padre avanzan retirando escombros, madera y loza en buen estado para sumar más material en la reconstrucción de su casa que esperan levantar cuando reciban los apoyos de gobierno.
Reconocen que los temblores del pasado mes, cuya fuerza no se había sentido desde hace mucho tiempo, no son culpa del gobierno ni los funcionarios, sino una prueba de Dios.
Don Ariel se siente tranquilo frente a la tragedia por la que atraviesa él y miles de sus paisanos, pues reitera la fe los va a mantener de pie.
Para él, lo mucho o poco en lo que lo puedan ayudar las autoridades es bienvenido porque “ellos no lo provocaron, esto es parte de un llamado tanto a los que no creen como los que no”.
Asegura que la sociedad tiene que estar preparada para enfrentar una situación similar a futuro, “lo que Dios quiere es que salgamos de esto y pues lo que las sagradas escrituras registran están alcanzando su tiempo, esto solo es el principio”.