Oaxaca, Oax.- Hace poco más de dos años, Karla López y algunas mujeres de San Antonio Cuajimoloyas comenzaron una relación comercial de la que han surgido dos grupos de empresarias: Manos Oaxaqueñas y Corazón de la Sierra.
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De la compra-venta habitual entre ambas partes, nació un proyecto que además de generar fuentes de empleo e ingresos, ha forjado relaciones y espacios de convivencia que impactan a nivel personal, familiar y de comunidad.
Y es que las jornadas para la deshidratación de hongos y frutas, o de elaboración de mermeladas, han dado momentos de convivencia. La satisfacción individual, el compañerismo, el compartir conocimientos y el cambio de pensamientos en el núcleo familiar han sido algunos de los efectos conseguidos a través del trabajo y la organización.
Asimismo, el contacto con otras mujeres de comunidades de la zona y el intercambio de saberes empiezan a generar relaciones de colaboración en esta parte del estado.
Karla López, quien desde hace unos años radica en la ciudad de Oaxaca ha sido también una de las beneficiadas, al ver que el proyecto y sus ganas de colaborar con estas mujeres ha rendido frutos.
Ella, que junto a su pareja –Alessandro Zanna- los ayudó a mejorar las técnicas de deshidratación de hongos, ha acompañado el proyecto que ahora busca la conclusión de un taller para mostrar el uso de hongos en la gastronomía.
Convivencia y desarrollo personal
En Manos Oaxaqueñas y Corazón de la Sierra se agrupan nueve mujeres, que con actividades como la deshidratación de frutas sienten que aportan a sus casas, sin descuidar a su familia, como explica Karla.
“Algo que también me dijeron, y es interesante, es que cuando se juntan hablan cosas de casa, como que les da otro aire. Algunas dicen que regresan más contentas a sus casas. Es como una terapia”, añade.
Una forma de desconectarse de las labores diarias del hogar, en un ambiente distinto y del que obtienen ingresos, es como estas mujeres de Cuajimoloyas perciben el taller en que se reúnen. Pero también como un proyecto en el que pueden experimentar con mezclas, tanto de frutas como de mermeladas, para tener productos únicos.
Asimismo, el taller se convierte en un espacio en el que sus hijos pueden realizar otras actividades lúdicas como el dibujo, de igual manera prueban frutas deshidratadas, a manera de botanas saludables.
Impacto en forma de vida y comunidad
Con la recolección de hongos, la deshidratación de los mismos y de algunas frutas, las nueve mujeres de Cuajimoloyas aprenden y refuerzan técnicas que comparten con otras personas de la comunidad, lo cual ha incidido en más familias que con procesos artesanales también se suman a la actividad.
Incluso, varios de estos productos son comercializados bajo el nombre de tales grupos, lo que ha ayudado a cubrir la demanda del mercado.
El compartir saberes se ha extendido a otras comunidades, detalla Karla, a través de la convivencia de mujeres de la zona mixe y las de Manos Oaxaqueñas y Corazón de la Sierra. De ahí han surgido talleres en los que las primeras enseñan a las segundas a cristalizar fruta, mientras las últimas muestran las formas de deshidratación de frutas.
“Es algo padre, el compartir el conocimiento; que no sean envidiosas es algo muy importante para que no haya ciertos enfrentamientos”, destaca Karla sobre esta relación entre mujeres de poblaciones distintas.