Villa de Hidalgo Yalalag, Oax.- La singularidad del pan tradicional de esta comunidad serrana va más allá del sabor, conlleva años de tradición generacional de elaboración de la familia Tizo, el principal productor en toda la Sierra Norte del estado.
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Cada año, con casi dos semanas de anticipación los ingredientes están en la panadería, manteca, harina, azúcar y otros se materializarán en el secreto de la receta.
Floriberto Tizo, panadero tradicional, menciona que para elaborar este postre es necesaria una gran cantidad de materiales, ya que durante diez días la producción será constante, ello porque la meta es cubrir la mayor parte de las comunidades zapotecas y mixes de la Sierra Norte, además de la zona chinanteca.
Su elaboración es de más de cinco horas, para la preparación de las grandes raciones, el amasado de casi una hora, dependiendo las cantidades, el reposo de la masa, el corte y finalmente la transformación de la masa en una figura antropomorfa o humana.
La masa es manejada a modo de hacerse alargada, se cubre con mucho ajonjolí, de modo que quede totalmente cubierta. La estrategia está en formar la figura humana, al formarse las extremidades se corta y se separa para formar las piernas y luego los brazos.
Posteriormente, se ponen las caritas que darán rostro al pan, este adorno es hecho meses antes por el artesano.
La forma humana es una de las tantas variables del pan de muerto, ya que no sólo se consume en algunas comunidades de Oaxaca o México, también en Sicilia, Italia, aunque el motivo de la fiesta de ritual de esta ciudad no es la misma que la mexicana, pero sí se lleva a cabo con motivos religiosos en el marco de las festividades de San José y de la Semana Santa, el objetivo principal es la veneración del cuerpo y la armonía con el cosmos.
La familia Tizo tiene más de 22 años de elaborar el pan y además de ser el centro tradicional, ya que algunas mujeres de la comunidad se juntan para ayudar a hacer algunos adornos. Existen de dos medidas, uno de 30 centímetros y el más grande de aproximadamente 60 centímetros.
Pan de muerto, más allá de Oaxaca
El culto a los muertos es una tradición que se remonta en la época prehispánica y duraba aproximadamente un mes dentro del calendario indígena.
Existían dos tipos de celebraciones, la primera era Miccailhuitontli o fiesta de los muertitos y la segunda que era la fiesta grande.
El pan de muerto es uno de los centros primordiales de las ofrendas o altares, que guardan especial significado con las celebraciones prehispánicas principalmente los sacrificios humanos.
Cuenta la historia que en el ritual se sacrificaba a una princesa para ofrecerla a los dioses, se le quitaba el corazón se ponía en una olla con amaranto y después se comía.
Los españoles transformaron el ritual elaborando pan de trigo en forma de corazón bañado en azúcar pintada de rojo simulando la sangre de los sacrificios.
Caritas de Miahuatlán, la figura central del pan
Las caritas del pan de muerto son el adorno en forma de rostro humano, santo, ángeles o calaveras que lleva el pan de muerto. Son un detalle esencial que caracteriza al pan de muerto de Oaxaca, ya que es en el único estado de México que se colocan.
Generalmente, en el estado se consume el pan de yema, adornado con ajonjolí y caritas previamente elaboradas.
Las caritas son figuras de harina y pintura vegetal en forma de rostro humano, representando a los difuntos. También, son llamados alfeñiques y su uso se implementó por los españoles, incorporándolos al pan de muerto de Oaxaca.
El máximo productor de alfeñique o caritas es Miahuatlán de Porfirio Díaz y aunque no se tiene un conteo exacto de las familias que se dedican a esta artesanía, sí se resalta la labor de la señora Margarita García, que junto a su familia se encargan de producir miles de caritas para distribuirlas por todo el estado.
“Empezamos a trabajar desde enero porque en la venta no nos damos abasto, comenzamos con la compra de material y después de cinco meses ya tenemos para vender por millares”, el proceso va desde el amasado hasta formar las diversas figuras, principalmente rostros, seguido de los angelitos y las reciente implementadas postizas, que son rostros con mayor elaboración, color e imaginación.
“Mi abuelita comenzó desde niña, desde los trece años, me contaba que antes que evolucionara este trabajo, amasaba los ingredientes con una botella, los cortaba y los amoldaba, me decía que aunque hacía pocas se las compraban”, menciona Mayra, artesana y heredera de este oficio.