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BRASIL COMO LATINOAMÉRICA


Redactado por: adriana bravo
mayo 11, 2016 , a las 1:02 am

Brasilia, Brasil.- Representa hoy todo lo que es el continente latinoamericano. Es un microcosmos que encierra los triunfos y los fracasos, el crecimiento económico y la recesión, la esperanza y el desaliento. Durante la última década fue el estandarte del mundo emergente, la locomotora orgullosa de los que no tenían voz ni en los mercados ni en la geopolítica y ahora, en un estruendoso proceso, trastabilla antes de caer. Su golpe será duro y el sismo moverá la tierra bajo nuestros pies.

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Aunque históricamente a los brasileños les ha costado una enorme dificultad sentirse parte de ese grupo extraño que es Latinoamérica, lo cierto es que los discursos nacionalistas y reivindicativos de este siglo XXI tomaron a Brasilia como un ejemplo de desarrollo. Y ellos, orgullosos, aceptaron el encargo. Desde la llegada al poder de Lula, en el 2003, de la mano del Partido de los Trabajadores, el gigante suramericano tomó la batuta de un discurso alternativo a los bloques tradicionales que conforman Estados Unidos y la Unión Europea. Más pragmático que la izquierda del Alba y el Socialismo del Siglo XXI, a Brasil se le veía jugando en las grandes ligas y era aplaudido igual por Washington o Teherán, por La Habana o Bruselas.

Pero la euforia dependía de los logros económicos. La popularidad fue alta mientras había plata y trabajo e inversión pública. Los buenos precios del petróleo y las otras materias primas fueron los responsables de esa época dorada de la política continental que aprobó sin mayores reparos un nuevo tipo de caudillismo sin importar si venía de la izquierda o de la derecha.

Pero entonces llegó la crisis y demostró que las vacas gordas no fueron aprovechadas de la forma correcta. Brasil lo sintió como un mazazo. A Dilma, la heredera del PT, le tocó navegar un mar picado ya no solo por la debacle económica sino por un torbellino de corrupción y denuncias del que parece improbable que salga bien parada.

Y así, de nuevo, nos representan a todos sin quererlo porque fueron el éxito y ahora son la frustración, porque parecemos condenados a hundirnos en el lodo aún cuando el camino se muestra despejado para la victoria. Pero, sobre todo, Brasil nos representa porque pone de manifiesto que nuestro mayor problema latinoamericano no es otro que la corrupción.