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CUBA LIBRE


Redactado por: adriana bravo
mayo 12, 2016 , a las 1:04 am

La Habana, Cuba.- El pasado 2 de mayo la espaciosa avenida Malecón se inundó de gentes, llantos y banderas de ambos países para darles la bienvenida a los 700 dichosos pasajeros del crucero de la empresa gringa Carnival, con el que se escribió una nueva página en la industria turística, histórica en sus renovadas relaciones diplomáticas. Aunque los visitantes seguirán sometidos a las condiciones establecidas en las doce categorías de viajes autorizadas por Washington, sin duda el acontecimiento le imprime impulso al proceso de reconciliación política y económica que anima a estos dos viejos rivales ideológicos, promotores de la guerra fría en el continente.

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Cuba ha sido tradicionalmente un país turístico, alimentado mucho antes de la revolución por ostentosas corrientes de viajeros estadounidenses que lo convirtieron en un exclusivo paraíso para el disfrute de élites privilegiadas. Los altos precios de sus hoteles, manejados por intereses extranjeros, y las millonarias sumas apostadas en sus lujosos casinos que quedaban en los bolsillos de negociantes y especuladores, hicieron que el gobierno revolucionario pusiera fin a todo tipo de juegos en su territorio.

Con la medida la isla enfrentó su más dura crisis turística, agravada por una sistemática campaña mediática impulsada desde Washington, en la que el turismo se utilizó como arma política para producir efectos económicos. Sin embargo, el gobierno de Fidel Castro se empeñó en meterlo en el saco de la economía, al dedicar recursos para la construcción y renovación de instalaciones históricas y hoteleras, y contrariar de paso el férreo pragmatismo de su hermano Raúl, quien entonces sentenciaba que la llegada masiva de viajeros occidentales contaminaría la pureza ideológica de la revolución.

En 1991 Jimmy Carter suavizó las restricciones para los viajes de sus ciudadanos y la isla volvió a posicionarse en los catálogos internacionales, gracias al apoyo de crecientes flujos de viajeros canadienses, ingleses, españoles, italianos, alemanes y mexicanos. Hoy surge como uno de los principales mercados turísticos del Caribe, junto con Puerto y República Dominicana, con un crecimiento ascendente en la última década. En 2014 batió la marca de tres millones de visitantes y la industria se prioriza como el principal soporte de la economía isleña, por encima del azúcar -su tradicional producto de exportación-, el tabaco y la biomedicina.

El deshielo bilateral se da en los tiempos del receloso Raúl y Cuba vuelve a abrirse a otra potencial invasión de turistas gringos. Su gobierno acordó la operación diaria de 110 vuelos comerciales con las grandes aerolíneas norteamericanas. American Airlines, United, Delta y Jet Blue comenzaron trámites formales para volar en el menor tiempo posible. Carnival, la privilegiada compañía de cruceros encargada de revivir la ruta entre ambos países, realizará dos viajes mensuales. En materia de inversiones, las prestigiosas cadenas hoteleras Marriott, Hilton y Carson se pusieron en la línea de partida para establecer filiales o establecer asociaciones comerciales.

En tanto que la isla anti yanqui acerca límites con el imperio gringo, poniendo a prueba la solidez de su revolución, Fidel Castro celebrará el próximo 13 de agosto sus noventa años de vida con la esperanza de una pronta recuperación del mercado norteamericano, después de medio siglo de lucha para impedir la catástrofe turística de la isla y lamentar la larga pérdida de este segmento, que golpeó largamente el desarrollo cubano.

Y mientras el líder pone en remojo sus revolucionarias barbas y su colega Obama peina sus canas antes de abandonar la Casa Blanca, los turistas estadounidenses –que por ahora no pueden programarse en actividades de ocio ni de diversión- quedan a la espera de que les suene la campana para medirse el traje de baño y disfrutar de cuerpo entero de las azucaradas playas caribeñas, al calor -claro está- de un reconfortante cuba libre.