TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR
La celebración de los Días de Muertos en Oaxaca es una ceremonia popular que invoca a los espíritus de los ancestros para invitarlos a “convivir” en el mundo terrenal, por lo que se procura agasajarlos en la forma más atenta. Su visita entre nosotros obedece a un permiso obtenido desde el más allá para que las ánimas de los difuntos puedan visitar a sus parientes. Los muertos retornan a su hogar por que son atraídos por sus antiguas pertenencias o por el amor de sus deudos.
Existen vestigios de las representaciones de la muerte llevados al cabo por las diversas culturas que florecieron antes de la llegada de los españoles. Dichas culturas sostenían que con los vientos fríos del norte, llegaban los espíritus de sus muertos a visitarlos y para recibirlos organizaban fiestas en su honor. Desde la evangelización de Oaxaca llevada al cabo por los Dominicos Fray Gonzalo Lucero y Fray Bernardino de Minaya, a la cabeza de un sinnúmero de misioneros civilizadores; se implementaron las fechas para celebrar a los Fieles Difuntos, tomándose como resultado del culto a los muertos que ya tenían los pueblos aborígenes y las preces de la Iglesia por los antepasados.
Es posible asegurar que ninguna población de México permanece indiferente a tan arraigada tradición que de alguna forma fortalece los vínculos familiares evocando la memoria de los seres queridos.
En esta temporada de Noviembre, las comparsas y fiesta de disfraces se vuelven eventos muy frecuentes, a los cuales debes acudir con el atuendo indicado, es por eso que te dejo algunas ideas para que compartas con tu novio, esposa, amigo, etc. espero que te sean útiles, la verdad a mi ¡me encantan!
Todos vamos a morir. Esta frase no está sacada del guion de una película de terror, es simple y llanamente un hecho. Sin embargo, pensar en morir es algo que nos causa mucho miedo, ansiedad y desasosiego. Por lo mismo, en vez de prepararnos para el momento, simplemente lo vamos postergando hasta que llega lo inevitable.
Nadie quiere morir, empero a todos nos toca y, siendo así, nuestra actitud entonces debería ser otra. Debería ser la de abrazar la muerte como se abraza la vida, y pensar que, si es una realidad que todos debemos atravesar, entonces no es algo malo: solo parte del proceso que todos vivimos.
Los niños lloran al nacer, quizá es que les ocurre lo mismo: vienen de un lugar donde se sienten seguros y cómodos, y de pronto les toca abandonarlo sin que puedan hacer algo al respecto. En cambio, nadie llora cuando abandona la niñez para entrar a la adolescencia, tampoco cuando pasamos de adolescentes a adultos. Pero es que sabemos lo que viene: tenemos la certeza porque lo vemos en los demás, constatamos que esos cambios no significan abandonar lo que conocemos.
Morir, ¿otra forma de nacer?
El problema, creo, es que vemos la muerte como el final. Creemos que nada hay más allá. Pero piensa que cabe la posibilidad de que sea como nacer de nueva cuenta. Es un acto de Fe. Ninguno de nosotros ha visto a Dios más allá de los milagros que presenciamos cada día y que atribuimos anhelantes y confiados a Él.
A nuestros hijos no los conocemos hasta el momento en que llegan a nuestras vidas, sin embargo, nos preparamos para su llegada. La esperamos con ansias y los recibimos con el corazón desbordante de amor. Aun cuando tenemos miedo, nuestro deseo de tenerle en nuestros brazos es mayor a todos los temores, hasta el punto de hacer que no cuenten y que no amarguen nuestra vida.
Hace mucho leía en un libro un pasaje donde un hombre le contaba a otro sobre una persona que tenía mucho miedo a la muerte. Esta persona procuraba no hacer nada, para evitar que “eso” lo llevara al otro mundo; pasaba sus días y sus noches en su casa, evitando riesgos. “Y, ¿qué pasó?”, le preguntó el otro. “Pasó que murió”, le contestó.
Y es que de eso se trata vivir. En últimas fechas personas que quiero han vivido en carne propia la presencia de la muerte. Les ha tocado ver partir a sus seres más queridos y me queda claro que nada que yo les diga, a ellos, o a ti que me lees en estos momentos, sirve para aliviar la pena. Nos hemos educado tanto a mirar la muerte con desprecio y temor, que no hemos sido capaces de asimilar su existencia.
Si no podemos evitar el dolor, evitemos el miedo
Buscaba sinónimos para nombrar a la muerte y, tan es cierto lo que les digo, que los que encontré son estos: ruina, caída, destrucción, aniquilamiento, desaparición, supresión, eliminación y erradicación. Todas ellas son palabras que dejan en claro una cosa: ¡morir es malo! Pienso que, en realidad, morir debería tener como sinónimos renacer, evolucionar, trascender.
Por todo lo que comparto contigo hasta aquí, quiero plantear unas ideas más que quizá te sirvan para dejar de temer y comenzar a vivir con la conciencia de que estar vivos, también implica morir un día:
1. Habla de la muerte como quien habla de la vida: Si acaso tienes hijos, cuéntales de cómo ellos llegaron de un plano de creación maravilloso, y de lo ilusionada que estabas del momento de recibirlo. Si tienes personas queridas de edad avanzada, cuéntales de Dios y cómo Él, sin ser visto, es amado, recordado y solicitado por todos.
2. Vive sin arrepentimientos, y da todo el amor que tienes para compartir: Muchas veces pasa que lo que más nos duele cuando perdemos a alguien, es el “hubiera”. Da todo como si no hubiera mañana, porque muchas veces así es. Lo mejor es sentir la tranquilidad de que el tiempo que compartiste con el ser amado fue pleno, y no lo escatimaste.
3. La muerte no es destrucción: No veas el morir como la destrucción de esa persona a quien amas. Piensa en su muerte como su transformación en algo mucho más bello, en una energía indestructible, inagotable, fuente de tu amor y su amor.
4. Agradece por la vida: Da gracias de estar vivo. Aprovecha cada instante y procura dejar huella, pero una huella que provoque el deseo de ser seguida y no una que deba ser borrada. Vive en la confianza de que la muerte no es final, sino un hasta luego.
No puedo hacer nada para borrar el dolor de aquellos a quienes quiero y que hoy sufren. Puedo, sin embargo, invitarte a ti a que dejemos de diseminar el temor a morir y, por el contrario, vivamos a plenitud. Vivamos sabiendo que, cuando llegue el momento de abandonar este plano, lo haremos agradecidos y esperanzados en que la vida es un ciclo. Si así lo hacemos, sabremos que no por haber muerto somos desechados, sino que vamos en busca de otros universos, todos maravillosos y necesarios para cumplir nuestro ciclo de vida.
La calle 2 de Abril de la capital oaxaqueña es ahora una transitada vía de salida del Centro Histórico. Antes, durante la época de la Colonia, muchas de las calles del centro de la ciudad eran pintorescos caminos adoquinados que serpenteaban hacia el cerro del Fortín y al río Atoyac. En los tiempos en que la corriente eléctrica no había sido instalada en la ciudad, rondaban “Los Serenos”; personas que patrullaban las calles portando un farol y que anunciaban en la quietud de la oscuridad las horas y mantenían vigilados los barrios de la población.
Cerca de la Basílica de La Soledad corría un Sereno a mitad de la noche. Corría de prisa, rumbo a la iglesia del Marquesado; momentos antes, un grito desgarrador rompió el frío silencio del callejón 2 de Abril. El grito de dolor de un hombre llenó la callada atmósfera del rumbo. El paso veloz e insonoro del hombre que descendía por el callejón no parecía inmutar el ambiente.
Al llegar a la iglesia llamó a la puerta y apareció el párroco; el individuo le dijo que en el callejón 2 de Abril había sido apuñalado un hombre, que yacía moribundo y con la firme intención de dar su confesión antes de partir. Condujo al párroco hasta donde el desafortunado se debatía entre la vida y la muerte con una gran herida en el pecho; el cura se inclinó hacia el herido y escuchó una larga y penosa confesión para después absolverlo. Al término de la confesión, buscó con la mirada a su acompañante pero ya no se encontraba. Se dice que por curiosidad levantó el farol sobre el rostro del ya muerto entonces. Se encontró con la gran sorpresa de que el muerto era el mismo hombre que lo había guiado hasta el lugar.
El cura regresó al curato presa de gran miedo y terror. Días después cayó enfermo de gravedad y, al reponerse, conservó durante su vida una sordera total del oído con el que escuchó al penitente.
“Empezamos con ilusión otra etapa”. Aunque el seleccionador demanda cautela: “No se puede cargar de responsabilidad a los jóvenes y apresurarnos en prejubilar a veteranos”.
Sergio Scariolo (Brescia, 1961) continuará al frente de la Selección española hasta 2020. Tal y como adelantó AS el pasado agosto, la FEB ha hecho oficial la renovación del técnico italiano en una rueda de prensa celebrada en la sede del CSD a la que asistieron su presidente Miguel Cardenal, Jorge Garbajosa (presidente de la FEB desde este pasado verano) y el propio Scariolo. Al concluir el acto en el que italiano rubricó su nuevo contrato, tanto Garbajosa como el seleccionador quisieron mandar “un fuerte abrazo y poner su disposición la Federación” a Pau Ribas, lesionado de gravedad esta misma semana.
Scariolo aterrizó en el banquillo nacional en 2009 como relevo de un Aíto García Reneses bajo cuyo cuyo mandato se consiguió la plata olímpica en los Juegos de Pekín 2008. En su primera etapa al frente, el exentrenador del Real Madrid y Unicaja (entre otros clubes) conquistó el primer Eurobasket de la historia de la Selección en Katowice (Polonia). Una corona que revalidó dos años más tarde en Lituania 2011. En Londres, los Gasol y compañía volvieron a repetir final olímpica, aunque volvieron a chocar con Estados Unidos en la lucha por el oro. En el Mundial de Turquía 2010, un triple de Teodosic apeó a España en cuartos. Tras Londres, Orenga pasó a ocupar el cargo de seleccionador. Puesto que volvió a quedar vacante tras el fracaso en el Mundial de España 2014. En 2015, la FEB se encomendó de nuevo en Scariolo. Una decisión acertada vista los resultados obtenidos: tercer oro consecutivo en 2015 y bronce en los recientes Juegos de Río. Cuando finalice su contrato en 2020, se habrá convertido ya en el segundo seleccionador más longevo tras Antonio Díaz Miguel (1965-2002).