Por ENRIQUE QUINTANA
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El lunes pasado tuve la oportunidad de moderar una discusión en la que participaron simultáneamente, por primera ocasión, el gobernador del Banco de México Agustín Carstens y el secretario de Hacienda Luis Videgaray.Ocurrió en la reunión anual de Consejeros Regionales de BBVA Bancomer, en la que también estuvo presente el presidente mundial de BBVA, Francisco González.
La discusión fue muy diversa, pero a mi juicio, hay dos elementos relevantes que deben destacarse.
Le refiero los dichos, y mi opinión.
Carstens señaló que dos de los elementos fundamentales para determinar una posible alza de la tasa de referencia de Banxico son la decisión de la Reserva Federal y el punto en el que se perciba un traslado a la inflación de la depreciación de nuestra moneda frente al dólar.
Respecto a la decisión de la Fed, pues sólo hay que estar atentos a sus reuniones.
Pero a propósito del otro factor, no hay certeza de si este traslado a la inflación sería a partir de un nivel determinado al que llegue el dólar o de alguna variación específica. Los economistas de Banxico observan con cuidado estas variables.
Lo que es un hecho es que el Banxico no observa la depreciación del peso en sí misma sino más bien en sus efectos sobre la inflación, lo cual es su mandato constitucional.
Es decir, no hay ningún valor predeterminado del dólar que desencadene una decisión del Banxico, como los 19 pesos a los que a veces se ha hecho referencia.
Ni tampoco una variación predefinida que conduzca al alza, cualquiera que sea el porcentaje de referencia.
Creo que hay que tomarle la palabra a Carstens. Banxico “engaña” con la verdad. Es decir, no hay que buscar segundas intenciones. Creo que estos son realmente los criterios que va a emplear la Junta de Gobierno para tomar la decisión de subir o no las tasas.
En el caso de lo que expresó Luis Videgaray, hay un aspecto sustancial que no puede perderse de vista.
El secretario de Hacienda fue absolutamente enfático al referir que el valor prioritario a proteger en México es la estabilidad financiera.
Es ésta la que ha permitido que la inflación sea baja y que por lo tanto tengamos un crecimiento de los ingresos reales de los trabajadores, menores costos del crédito, crecimiento del mercado interno y por tanto del empleo formal.
Videgaray expresó que el manejo de la política fiscal está orientado a preservar la estabilidad, y ello pasa por operar el ya anunciado recorte del gasto público para este año y para 2017.
Hacienda anticipó este recorte para el próximo año, por 179 mil millones de pesos en el gasto programable, al dar a conocer los “precriterios” de política económica.
Y por primera vez en casi una década, para 2017 se programó un superávit primario de 40 mil 814 millones de pesos.
El compromiso es explícito y preciso: empezará a bajar la razón deuda pública/PIB, para asegurar la estabilidad.
Como le he comentado muchas veces, creo que en una carretera intrincada y peligrosa, como el entorno financiero internacional, es mejor bajar la velocidad para reducir el riesgo de desbarrancarse.
Lo que no puede dejar de hacerse, y hay que exigir a la autoridad, es gastar mejor y no sólo gastar menos. En esa materia todavía tenemos asignaturas pendientes.